En la madrugada sienten frío
y en las ciudades deshabitadas
se respira el miedo
y en el oído el eco de sus gritos
rompe el silencio cuajado en hielo.
Con las manos encallecidas dejan su hogar,
destierros vestidos con sus alaridos
se pierden bajo la lluvia gris.
Prisioneros de tiempo,
sus nombres ensangrentados
vagarán hacia la orilla del olvido.